jueves, 11 de octubre de 2018

ALLOCUTIO CONCILIUM LEGIONIS: LA ASUNCIÓN DE MARÍA


Allocutio de agosto 2018
Por el Padre Bede McGregor O.P.
Director Espiritual del Concilium
Dublín - Irlanda

LA ASUNCIÓN DE MARÍA Y SU PRESENCIA EN LA VIDA DIARIA DE LA LEGIÓN

La Asunción en cierto sentido, es la fiesta más grande de la Virgen, tanto para Ella como para nosotros. Por la gracia de Dios, Ella cumple su destino, su misión; lleva a cabo perfectamente el plan que Dios tenía para Ella, desde toda la eternidad. La Asunción es el último regalo de Dios a María. Ella vive ahora su vida en el corazón del misterio de la Trinidad, no ya en la fe, sino en la alegría de la visión. Su alegría traspasa toda nuestra imaginación humana, no le falta nada que se pueda dar a una criatura y así será para toda la eternidad. Así que ya no podemos entender la identidad y la misión de María, más allá de la realidad de la Asunción. Es realmente el misterio glorioso de María.

Pero la Asunción no es solo el don último de Dios a María; sino también es un don inestimable de Dios a cada uno de nosotros, en la realidad de nuestra vida cotidiana. ¿Cómo y por qué es así? Comencemos nuestra reflexión con una cita de Leon Bloy, que dice: “Cuanto más santa es una mujer, más mujer es. Este principio también es válido para el hombre; cuanto más se acerca a Dios, se hace más humano, es más varonil y si es padre, será mejor padre y si es sacerdote más humano, será mejor sacerdote. Esto es verdad para cada uno de nosotros; cuanto más nos acercamos a Dios, nos convertimos más en la persona que Dios planeó y quiso que fuéramos: encontramos nuestra identidad plena y verdadera.

 Apliquemos ahora este principio a María. Durante su vida en la tierra, ya estaba cerca de Dios pero en la Asunción al cielo, se acerca tanto a Dios como es posible, que se acerque una persona humana. Así que María se convierte en la mujer más perfecta, de lo que cualquier otra mujer pueda ser. Concentrémonos un poco en su maternidad nuestra en el cielo. Antes de la Asunción, María estaba limitada por el tiempo y el espacio. Ella no podía estar en dos sitios distintos al mismo tiempo, al menos que le hubiesen dado el don de la bilocación y no hay evidencia que ella tuviese ese don. Pero ahora en su cuerpo resucitado y glorificado, María ya no está limitada por las dimensiones del tiempo y el espacio, sino que está universalmente no está limitada por las dimensiones del tiempo y el espacio, sino que está universalmente presente en cada uno de nosotros, donde quiera que nos encontremos y en cada momento. Esta presencia no es solo humana, sino maternal. Jesús nos dio a María como nuestra Madre, mientras moría en la Cruz y ahora en la Asunción, esta maternidad se perfecciona más allá de nuestros sueños más irracionales. Esta presencia de María en nosotros, es desde luego, distinta a la presencia de Dios en nosotros. Sin la presencia de Dios en nosotros, dejaríamos de existir, es una presencia creativa y ahora también es una presencia redentora. Pero la presencia de María en nosotros, es el don más precioso de la intimidad con Ella, que Dios nos dio en el calvario y se perfeccionó en su Asunción al cielo. Algunos padres de la Iglesia, nos dicen que cuando Dios el Hijo se hizo hombre, no se apartó del Padre, y cuando volvió al Padre, no se apartó de la humanidad. Por analogía, quizás podríamos decir lo mismo de María: cuando María fue llevada al cielo en cuerpo y alma, no abandonó el lado humano, sino que se acercó a nosotros y se nos hizo presente más cercana como nuestra Madre.

Evidentemente, es importante que los legionarios profundicemos en nuestras conciencias, de la presencia íntima de María en nuestra propia vida interior y en nuestro apostolado; también que reflexionemos, sobre la fuerza de la intercesión de María, realzada por la Asunción al cielo. Muchos de los santos nos hablan del modo de vida que esperaban vivir en el cielo. Santa Teresita de Lisieux, dijo que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra. Santo Domingo aseguró a los hermanos, que les sería más útil en el cielo que en la tierra. Y a nuestro propio fundador, se le preguntó en varias ocasiones como pensaba que sería el cielo y respondió con estas y otras palabras parecidas: “No voy a andar por ahí sin hacer nada”. Así que, si los santos ven el cielo como la oportunidad, de hacer más efectivo su apostolado en la tierra, uno, se puede imaginar, como continuará infinitamente la misión maternal de la Virgen en la tierra y como estará encantada, de servirse de sus legionarios y de todos sus hijos, como instrumentos, en la salvación de las almas. Por último, puesto que en muchas partes del mundo, incluso en grupos católicos, existe la tentación del desaliento en la vida cristiana y en el apostolado, y la sensación de que el mal parece triunfar en muchas culturas, volvamos al misterio de la Asunción como un gran signo de esperanza. María, la nueva Eva, aplastará la cabeza de satanás y al final su Corazón Inmaculado triunfará. Al final el mal, no tiene la última palabra, y esto está en el centro de la verdad y de la realidad de la Asunción de la Virgen al cielo.

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