Allocutio de
agosto 2018
Por el Padre Bede McGregor O.P.
Director Espiritual del Concilium
Dublín - Irlanda
Por el Padre Bede McGregor O.P.
Director Espiritual del Concilium
Dublín - Irlanda
LA ASUNCIÓN DE MARÍA Y SU PRESENCIA EN LA VIDA DIARIA
DE LA LEGIÓN
La Asunción
en cierto sentido, es la fiesta más grande de la Virgen, tanto para Ella como
para nosotros. Por la gracia de Dios, Ella cumple su destino, su misión; lleva
a cabo perfectamente el plan que Dios tenía para Ella, desde toda la eternidad.
La Asunción es el último regalo de Dios a María. Ella vive ahora su vida en el
corazón del misterio de la Trinidad, no ya en la fe, sino en la alegría de la
visión. Su alegría traspasa toda nuestra imaginación humana, no le falta nada
que se pueda dar a una criatura y así será para toda la eternidad. Así que ya
no podemos entender la identidad y la misión de María, más allá de la realidad
de la Asunción. Es realmente el misterio glorioso de María.
Pero la
Asunción no es solo el don último de Dios a María; sino también es un don
inestimable de Dios a cada uno de nosotros, en la realidad de nuestra vida
cotidiana. ¿Cómo y por qué es así? Comencemos nuestra reflexión con una cita de
Leon Bloy, que dice: “Cuanto más santa es una mujer, más mujer es. Este
principio también es válido para el hombre; cuanto más se acerca a Dios, se
hace más humano, es más varonil y si es padre, será mejor padre y si es
sacerdote más humano, será mejor sacerdote. Esto es verdad para cada uno de nosotros;
cuanto más nos acercamos a Dios, nos convertimos más en la persona que Dios
planeó y quiso que fuéramos: encontramos nuestra identidad plena y verdadera.
Apliquemos ahora este principio a María.
Durante su vida en la tierra, ya estaba cerca de Dios pero en la Asunción al
cielo, se acerca tanto a Dios como es posible, que se acerque una persona
humana. Así que María se convierte en la mujer más perfecta, de lo que
cualquier otra mujer pueda ser. Concentrémonos un poco en su maternidad nuestra
en el cielo. Antes de la Asunción, María estaba limitada por el tiempo y el
espacio. Ella no podía estar en dos sitios distintos al mismo tiempo, al menos
que le hubiesen dado el don de la bilocación y no hay evidencia que ella
tuviese ese don. Pero ahora en su cuerpo resucitado y glorificado, María ya no
está limitada por las dimensiones del tiempo y el espacio, sino que está
universalmente no está limitada por las dimensiones del tiempo y el espacio,
sino que está universalmente presente en cada uno de nosotros, donde quiera que
nos encontremos y en cada momento. Esta presencia no es solo humana, sino
maternal. Jesús nos dio a María como nuestra Madre, mientras moría en la Cruz y
ahora en la Asunción, esta maternidad se perfecciona más allá de nuestros sueños
más irracionales. Esta presencia de María en nosotros, es desde luego, distinta
a la presencia de Dios en nosotros. Sin la presencia de Dios en nosotros,
dejaríamos de existir, es una presencia creativa y ahora también es una
presencia redentora. Pero la presencia de María en nosotros, es el don más
precioso de la intimidad con Ella, que Dios nos dio en el calvario y se
perfeccionó en su Asunción al cielo. Algunos padres de la Iglesia, nos dicen
que cuando Dios el Hijo se hizo hombre, no se apartó del Padre, y cuando volvió
al Padre, no se apartó de la humanidad. Por analogía, quizás podríamos decir lo
mismo de María: cuando María fue llevada al cielo en cuerpo y alma, no abandonó
el lado humano, sino que se acercó a nosotros y se nos hizo presente más cercana
como nuestra Madre.
Evidentemente,
es importante que los legionarios profundicemos en nuestras conciencias, de la
presencia íntima de María en nuestra propia vida interior y en nuestro
apostolado; también que reflexionemos, sobre la fuerza de la intercesión de
María, realzada por la Asunción al cielo. Muchos de los santos nos hablan del
modo de vida que esperaban vivir en el cielo. Santa Teresita de Lisieux, dijo
que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra. Santo Domingo aseguró a los
hermanos, que les sería más útil en el cielo que en la tierra. Y a nuestro
propio fundador, se le preguntó en varias ocasiones como pensaba que sería el
cielo y respondió con estas y otras palabras parecidas: “No voy a andar por ahí
sin hacer nada”. Así que, si los santos ven el cielo como la oportunidad, de
hacer más efectivo su apostolado en la tierra, uno, se puede imaginar, como
continuará infinitamente la misión maternal de la Virgen en la tierra y como
estará encantada, de servirse de sus legionarios y de todos sus hijos, como
instrumentos, en la salvación de las almas. Por último, puesto que en muchas
partes del mundo, incluso en grupos católicos, existe la tentación del
desaliento en la vida cristiana y en el apostolado, y la sensación de que el
mal parece triunfar en muchas culturas, volvamos al misterio de la Asunción
como un gran signo de esperanza. María, la nueva Eva, aplastará la cabeza de
satanás y al final su Corazón Inmaculado triunfará. Al final el mal, no tiene
la última palabra, y esto está en el centro de la verdad y de la realidad de la
Asunción de la Virgen al cielo.
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